La Santisima Trinidad

Un solo Dios en tres Personas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

 

Después del domingo de Pentecostés, la iglesia celebra la Solemnidad de la Santísima Trinidad, misterio central de la fe y de la vida cristiana.

El Papa Juan XXII, en 1334 introdujo en la iglesia la fiesta oficialmente. No obstante, fue precedida por siglos de devoción al misterio que celebra.

Es el misterio de Dios en sí mismo, siendo de esta forma, la fuente de todos los otros misterios de la fe, la luz que los ilumina. Sabemos que este misterio no lo podemos entender con nuestra razón, sólo podemos comprenderlo a la luz de la fe; es una verdad de fe que Dios nos ha ido revelando poco a poco.

Vemos cómo a lo largo del Antiguo Testamento nos ha dejado huellas de su revelación, (Is 43,10), al igual que en la obra de su creación; también será después en la Encarnación del Hijo y en el envío del Espíritu Santo, donde se manifieste.

 

«Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero, único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo» (CIC 234).

La Santísima Trinidad es una, confesamos un solo Dios en tres personas, cada una de ellas es enteramente Dios«El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza.» (CIC 253). No creemos en tres dioses, sino en un sólo Dios en tres Personas distintas. No es que Dios esté dividido en tres, pues cada una de las tres Personas es enteramente Dios. Tienen la misma naturaleza y divinidad.

Dios es uno y trino, en Él se manifiestan las tres personas divinas, distinguiéndose entre sí, por la diversidad de su misión:

  • El Padre, primera persona, es el Creador de todas las cosas y de manera especial del ser humano, hecho a su imagen y semejanza;
  • Jesús, es el Hijo, segunda persona, encarnado por amor a nosotros, para dar cumplimiento a la obra redentora, liberándonos del pecado y dándonos la vida eterna;
  • y el Espíritu Santo, tercera persona, donde el Padre y el Hijo, se hacen presentes en nuestra vida a través de Él, iluminándonos, santificándonos y ayudándonos con sus dones, para alcanzar la vida eterna.

Hay una comunión perfecta entre ellas, donde cada una está contenida en las otras dos.

Estamos invitados a vivir en esta unidad perfecta de la Trinidad.

«Toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. Él que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae y el Espíritu Santo lo mueve» (CIC 259).

 

Presencia de la Santísima Trinidad

 

1. En el Bautismo

Por la gracia del bautismo «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19), somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí en la tierra, y después de la muerte, en la vida eterna.

2. En la Señal de la Cruz

En ella estamos recordando el misterio de la Santísima Trinidad:

  • En el nombre del Padre: colocando la mano sobre la cabeza, donde está el cerebro que controla nuestro cuerpo, simboliza que Dios es la fuente de nuestra vida.
  • Del Hijo: nuestra mano la ponemos en el corazón, que simboliza el amor. Aludiendo a Jesucristo quien se entregó por amor, para liberarnos del pecado y conducirnos a la vida eterna.
  • Y del Espíritu Santo: nuestra mano va sobre cada hombro, recordando que Él nos ayuda a cargar con nuestra vida dándonos su luz y su gracia.

3. En la Eucaristía

En la Eucaristía se da su presencia en los siguientes momentos:

  • Comenzamos la misa con la oración inicial: «En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».
  • Epíclesis consagratoria: éste es el momento de la ofrenda, donde se pide al Padre que envíe su Espíritu Santo para la conversión del pan y del vino, en el Cuerpo y la Sangre del Señor.
  • Doxología final: éste es el momento en el que el sacerdote toma el Cuerpo y la Sangre de Jesús presentándolo a Dios, diciendo: «Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre Omnipotente, en la Unidad del Espíritu Santo…».
  • Bendición final: se bendice al pueblo de Dios en el nombre de la Santísima Trinidad.