Penitencia o reconciliación

¡Qué difícil es pedir perdón! ¿verdad? Pero también es cierto que para mi es muy importante que me perdonen cuando «he metido la pata». Nunca olvidaremos esos momentos en que fuimos perdonados por el amigo, la amiga, el marido, la mujer… No nos podemos perdonar a nosotros mismos, hemos de ser perdonados por aquel a quien hemos ofendido.

También nos cuesta pedirle a Dios perdón reconocer nuestros pecados, dejar al descubierto los momentos en que hemos preferido orientar nuestra vida lejos de Jesucristo y de su Evangelio. Pero después de haber celebrado el sacramento de la Reconciliación, en tu interior nace una profunda experiencia de paz y de alegría. ¡Dios nos perdona!

No puedes perdonarte a ti mismo, necesitas ser perdonado. El sacramento concreta y convierte en celebración el perdón que Dios te regala. El sacerdote te dice estas palabras al darte la absolución:

«Dios Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo»

La celebración del sacramento de la Reconciliación puede ser comunitaria (con confesión individual), en los tiempos de adviento y cuaresma, preparación a la Navidad y a la Pascua, respectivamente. Y puede ser también individual: en la parroquia encontrarás a los sacerdotes dispuestos a ayudarte, como testigos de la misericordia y del amor de Dios.

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Ven a confesarte en esta Cuaresma, Él te espera